Las promesas son el querer envasar un hermoso sentimiento de un momento, olvidando que lo único constante en la vida interior del Ser humano, es el cambio.
La equivocación de las promesas está en la creencia de perdurabilidad del sentimiento en el que las hace, y en el deseo de que sea así en el que las escucha.
La meta máxima del trabajo en el conocimiento de sí mismo, es convertir ese cambio constante en voluntario y racional, para hacer de las relaciones lo que deben ser, algo hermoso y complementario, no algo tortuoso y dependiente.
El entregarse plenamente a cada instante con honestidad, transparencia y alegría, es la expresión del progreso en tal conocimiento.
El no hacer promesas, no significa carencia de capacidad de compromiso, significa precaución para no engañarse, y por consiguiente, no engañar a alguien.
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