Dividir el pensamiento sobre la vida, en tantos pensamientos como instantes vividos o por vivir, significa cambiar el modo en que ingresan los pensamientos a la mente, de automático y sin control, a manual y por elección.
Imagine dos cuartos separados por una pared con un hueco, con ventiladores grandes ubicados al fondo en cada cuarto, y muchas bombas con helio, inicialmente en un sólo cuarto.
Al encender los ventiladores, las bombas empiezan a moverse sin control y a pasar de un cuarto al otro, por el agujero.
Esto es lo que sucede en la mente con los pensamientos dentro del Ser humano.
Cambiar a modo manual para elegir, requiere retirar los ventiladores, sacar el helio a las bombas, inflar las nuevas con aire, y colocarlas en separadores, que contengan una sola bomba.
Cada bomba contiene una vivencia, o una idea para desarrollar y llevarla a la acción.
Empieza a reinar la calma en el Ser, el flujo de pensamientos y el tiempo asignado para reflexión en cada uno, se eligen.
La espontaneidad se mejora, pues al sentido de la visión, se le une el sentimiento, reemplazando a la interpretación inerte, obligada por la tradición y los sistemas de creencias.
El objetivo al tomar cada bomba y revisarla muy bien, es decidir si se conserva para que alegre y fortalezca nuestra vida, o estallarla para liberar peso y poder volar cuando se quiera.
Al elevarnos, la atención se mantiene sólo en el vuelo, y en el hermoso paisaje que se recorre en ese instante.
Las bombas por revisar, quietas y sin autonomía, se mantienen afuera de nuestra mente, en ese hermético espacio, al que sólo cada Ser tiene acceso, pues sólo él sabe de su existencia, hasta el instante en que tomamos una, para revisarla, y decidir si estallarla, o sacar la esencia depurada de la bomba, incorporarla en el Ser, y finalmente estallarla.
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