Una vez que se decide realizar una acción, la atención debe ser enfocada únicamente en la solución de la misma.
No debe permitirse pensamientos laterales que muevan el foco, distraigan y afecten el estado emocional, pues la claridad inicial y la atención plena en lo real, se reducen.
Si al caminar en un muro a una gran altura, donde a ambos lados solo hay vacío, quitar la vista de la superficie sobre la que se camina, y fijarla en un lado, es fatal.
Si aparece el miedo, ocurre una parálisis y una neblina que anulan al Ser, llevándolo a un punto de no retorno, que requiere de mucho esfuerzo para retomar el control, y llegar a buen término con la solución.
El recordar algún momento en el que hayamos sentido ésto, para vivirlo nuevamente, y con sinceridad revisarlo al detalle para detectar qué otro sentimiento apareció antes que el miedo, permite identificarlo y evitar que se pueda volver a presentar más adelante.
Mantener la calma y enfocada la atención, dividir ese todo en partes más pequeñas y comprensibles, y separar lo conocido de lo nuevo. Revisar con agilidad cada parte para finalmente determinar las acciones a seguir.
En un mal momento lo más importante es cambiar de actividad, invitar a la alegría y colocar otros pensamientos en la mente, para que el subconsciente contribuya en el resultado final, sea éste el que sea.
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