jueves, 15 de septiembre de 2016

Entrada 35


Entre más rápido un Ser humano logre la conciencia, aumentará la capacidad para recordar con alegría las etapas vividas.

La juventud puede ser vivida como montado en una canoa y haciendo que el agua sea calma, o que el agua sea unos rápidos, donde controlar la dirección y estabilidad de la misma, sea más sencillo o más complicado.

El primero va cómodo sentado en la canoa, con posibilidad de admirar y disfrutar cada espacio por el que pasa.

El segundo va inquieto, desacomodado, esquivando los obstáculos que encuentra, los mismos que el primero, pero que a esa velocidad sin quererlo, o sí, toma vías más complicadas, lo que hace que esté todo el tiempo pensando y preparado para saltar de la canoa, sin tiempo para admirar, para disfrutar y elegir tranquilamente la ruta a seguir.

En algunos trayectos el agua es calma, dándole la oportunidad de cambiar la bravura del agua sobre la que viene desplazándose.

La mayoría de las veces no se detecta este cambio y se continúa sin control, hasta que al chocar con un obstáculo, cae de la canoa con una alta probabilidad de cambiar las condiciones de vida que gozaba, de las que no era consciente, y por ende no valoraba.

Este proceder se vuelve cíclico, sin entrar en razón, el tiempo pasando, al igual que las oportunidades sin aprovechar, y una niebla va cubriendo el interior del Ser.

Adicional a la niebla existe el vacío interior, que refleja siempre un panorama oscuro y sin novedad.

La belleza de la vida, de los sentimientos, la alegría de vivir, desaparecen, requiriendo un cambio inmediato.

Es ahí donde el ejercicio, la lectura, la reflexión sobre cada situación vivida diariamente, sobre las emociones experimentadas y las reacciones, empiezan a causar cambios en el Ser para aclarar la visión y modificar el panorama.

El conocimiento profundo de sí mismo, sin esquivar ningún área, le da solidez y persistencia a ese Ser para develar tanto mito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario