De nuestra visión interior y exterior, surgen los pensamientos frente a lo que contemplamos, u observamos atentamente.
Buscamos las palabras adecuadas para expresar nuestras ideas, de tal forma que reflejen la belleza o fealdad de lo que sentimos.
Esto produce la claridad, el bienestar, la tranquilidad, la alegría, o lo contrario, en todos los momentos de nuestra vida.
Por esto es tan importante aquietar la mente, creando un camino angosto, para que los pensamientos vayan circulando en fila, dejándolos pasar de a uno, decidiendo el observador, el mí, el tiempo de análisis asignado a cada uno, no en minutos, ni en segundos, sino en enfoque, en atención plena, para sacar lo mejor de cada uno, o desecharlo, pues se da cuenta que no hay nada útil en el que se está procesando.
De esta forma funciona cuando se convierte este proceso en hábito.
Mientras tanto, antes de lograr eso, a todo pensamiento que nos haga sentir mal, no le debemos permitir estar más de un segundo en nuestra mente, pues nos arruinará el momento.
Si podemos, y le queremos asignar tiempo, analicémoslo, y detectemos si depende de nosotros la solución, o si por el contrario no podemos hacer nada.
En este caso, no tiene sentido volver a pensar en eso, hay que erradicarlo de nuestra mente, como se hace en un jardín al arrancar la maleza para mantenerlo hermoso.
Todo esto es necesario para la construcción de nuestro Ser, para convertirnos en Seres humanos y vivir felices.
Feliz día hoy y todos los días
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